jueves, 28 de abril de 2022

Shirley MacLaine

Shirley MacLaine cumplió ochenta y ocho años el pasado domingo. Ya sé que no se puede ser muy original: cualquier palabra elogiosa hacia ella resultará repetitiva. Leyenda viva. Mito. Una de las mejores actrices del cine. Todo eso, sí. Ya lo hemos dicho o leído más veces, qué importa. Es rigurosamente cierto. Y la verdad siempre es lo que cuenta en estos casos. La verdad siempre va por delante. La verdad que hay en cada una de sus interpretaciones. La verdad de la señorita Kubelik, aquella ascensorista que saludaba a diario a Jack Lemmon en la película de Billy Wilder. Y su cara en aquel final antológico que nunca nos cansamos de ver, sea o no sea Nochevieja. Esa sí que era una gran verdad. Solo por esa interpretación, sin Oscar, merecería estar donde está. Pero la carrera ha sido larga (no tanto como la ceremonia de los Oscar en la que recibió el premio, como ella misma, emocionada y sarcástica, reconoció) y repleta de muchas verdades. Con muchos directores importantísimos detrás: Hitchcock, Minnelli, Wilder, Wyler, Wise, Fosse... Y otros tantos intérpretes enfrente, masculinos y femeninos, con los que creó momentos inolvidables. Ahí están Lemmon, Hepburn, Bancroft, Nicholson, Winger, por citar solo a algunos, que la lista es tan larga como impresionante. Otro tópico y otra gran verdad. 

Esa cara de Shirley pasando de la risa al llanto, ese nudo en la garganta, ese ojo vidrioso, ese ojo encendido, esa carcajada sonora, esa contención, esa mueca sarcástica a la que no hace falta añadir palabras, esa ingenuidad, esa decisión, ese patetismo, esa desazón, esa ternura, esa sabiduría, esa naturalidad...
Los dedos de Shirley jugando con el botón del ascensor, alzando el sombrero y las piernas, las medias verdes y el perrito y el cigarrillo de medio lado, la impotencia en el rostro por los rumores de quien siempre tiene mucho que callar, las manos cubriendo la cara por la pérdida de una hija o sujetando una absurda peluca, las manos sobre un piano mostrando decisión y empatía, la mirada de quien ya está de vuelta de todo y sin embargo aguarda la sorpresa... 
Esa manera de hacer sencillo lo complicado. Esa grandeza. 
Shirley MacLaine. Irrepetible. No es tópico (o sí, qué más da): es verdad. Gran verdad. 

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