Una mujer que ha buscado su lugar y, con esfuerzo, lo ha encontrado. Una mujer con una casa, un trabajo, una relación de pareja estable. Una mujer que también es una madre. Una madre empeñada en sacar a su hija, drogadicta reincidente, del infierno. Una madre que tiene el rostro de Glenn Close, que es el rostro de una mujer normal y corriente de cualquier pueblo, de cualquier ciudad del mundo. Una mujer que grita, se enfada, maldice, lucha, ríe. Se desvive por lograr su empeño. Quizá lo consiga o quizá no. Hay que ver la película. '4 días', de Rodrigo García. Hay que ver a Glenn Close, comiéndose el marrón de su hija y la pantalla, para comprobar una vez más lo que es: una actriz descomunal (esos ojos vidriosos, esos labios apretados por la impotencia, esa manera de moverse). Y el Oscar, si acaso, para la próxima vida.
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