Hay veces que buscamos determinados libros porque nos interesa mucho su autor o porque hemos oído hablar maravillas de él a alguien a quien admiramos mucho. Y otras veces, en cambio, son ellos, los libros, los que nos encuentran a nosotros. Inesperadamente. Por eso me gusta tanto visitar librerías de viejo. Verdaderos paraísos para los amantes de los hallazgos. Estos días pasados en Madrid recorrí varias veces la Cuesta de Moyano mientras Íñigo, paciente, me esperaba leyendo en uno de los bancos de enfrente, mirando, de cuando en cuando, de reojo, los volúmenes que iba adquiriendo (apenas tenemos sitio ya para más libros en casa, quería decirme con aquella mirada, lo que, aunque me pese, es totalmente cierto). Y entre otros libros, encontré uno de Antonio Muñoz Molina, "La vida por delante", horas antes de que le concediesen el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Es una recopilación de artículos publicados en la revista dominical de El País, entre los años 1997 y 2002. Ya había leído esos artículos, naturalmente, en la propia revista, domingo tras domingo, sin fallar uno solo. Pero así reunidos, como sucede con casi todas las recopilaciones de artículos, conforman una especie de biografía de su autor. Las pequeñas cosas y los pequeños acontecimientos, al margen de los otros, de los grandes acontecimientos que marcan las pautas y el rumbo del mundo o de los gobiernos, que constituyen la verdadera esencia de lo cotidiano, de nuestro día a día. La lectura diaria del periódico, la adquisición de un nuevo cuaderno, el recuerdo de un escritor admirado, el deslumbramiento por una película, el apunte de un viaje en tren o de una lectura... Todas esas cosas son las que vuelvo a leer estos días. Como una especie de silencioso homenaje al autor recientemente premiado. Aunque no necesito que le den premios a Muñoz Molina (ni a nadie a quien admiro, por mucho que me alegren esos premios, naturalmente) para leerle. Es, desde hace muchísimos años, uno de mis autores preferidos. Desde que mi amiga María y yo descubrimos "El invierno en Lisboa" (tantas veces comentada en aquellas tardes lentas que pasábamos en los cafés de esta ciudad) hasta hace unas semanas, cuando concluí la lectura de ese ensayo, "Todo lo que era sólido", donde refleja, entremezclado con apuntes biográficos, lo que hemos sido, lo que somos, tan lúcidamente. Con una lucidez que nos deja un inevitable poso de tristeza por el esperpento de algunos comportamientos, por la situación en la que nos encontramos sumidos, por la incertidumbre que nos acorrala despiadadamente.
Conocí personalmente a Antonio el día de la presentación de la última novela de Elvira Lindo, "Lo que me queda por vivir", hace casi tres años. Después de besar y felicitar a Elvira por su libro, ella misma fue la que le dijo a Antonio quién era yo (acababa de escribir una reseña de la novela que se presentaba para la revista "Clarín" y él, el propio Antonio, la había elogiado en su blog). Me acerqué a él y le di la mano. Intercambiamos unas palabras. Supongo que él no llegó a saberlo, pero, en aquel momento, estaba muy nervioso. Aquel autor que tanto había leído desde los primeros años de mi juventud, estaba allí, delante de mí, extendiéndome la mano, preguntándonos por nuestro viaje (habíamos ido a Madrid expresamente a la presentación de la novela de su mujer). El barullo propio de estos acontecimientos, el ir y venir de gentes, el encuentro con otros amigos, hizo que no pudiésemos seguir hablando. No importaba. Ya habría tiempo en otra ocasión, si el destino lo propiciaba. Lo que contaba era que aquel hombre -sencillo, cercano, sonriente- supo de mi admiración por su obra. Estoy seguro. Esa obra que, con premios o sin ellos (mejor con ellos, sí), le convierte en uno de los mejores escritores de nuestros tiempos. Uno de los imprescindibles. Con muchos años por delante para seguir llenando cuadernos, como apunta en este libro que ahora, de regreso, en estos días lluviosos y desapacibles, vuelvo a leer con la misma emoción de entonces.
Magnífico reconocimiento el que haces a la persona de Muñoz Molina, porque a fin de cuentas un escritor es sobre todo una persona con valores, con elegancia, con sencillez, y don Antonio lo es, como lo es su familia, su madre, a la que buena parte de Úbeda (mi familia entre ellos) respeta absolutamente. Enhorabuena a Muñoz Molina por inspirar las palabras que has escrito y por cuantas vengan de ahora en adelante.
ResponderEliminarTambién yo me he leído todos sus atículos,
ResponderEliminarpero todavía ninguno de sus libros.Éste Premio, al menos ha servido para recordármelo. Así pues, bienvenído sea,