viernes, 16 de mayo de 2025

Paisaje

Viernes. 7 y media de la mañana. Acompaño a mi hermana a la estación de autobuses. Una mujer de unos sesenta años cuenta en voz alta su vida: lo que tuvo que limpiar, lo que le costó comprar su casa, lo mal que la trata este país, y en este plan. Me despido de María. El monólogo de la mujer continúa cuando salgo de la estación. Prosigo mi paseo debajo de una lluvia fina. Paso por delante de un tugurio que pensaba que llevaba años cerrado. El portero saca a los últimos clientes. Apenas pueden sostenerse en pie, pero agarran con fuerza la última copa que les han puesto en un vaso de plástico. Gente de mi edad más o menos. Un poco después un tipo, también en torno a los cincuenta, se despide con besos que lanza al aire de una chica que está a unos metros de él. Les cuesta mantener el equilibrio. Él apura un cigarrillo y se mete en un taxi. Ella sigue caminando como puede. ¿Han vuelto a ponerse de moda las noches de los jueves para salir? Agradezco, con moda o sin ella, no estar en edad de salidas nocturnas. Agradezco también las pocas ganas que tengo de ello. En contraste, niños que van al colegio. Caras de sueño, caras risueñas, algarabía infantil. Una niña diminuta, también esperando a que cambie el semáforo, me dice hola. Le contesto de la misma manera. La madre, al ponerse el semáforo en verde, tira de ella como diciendo no son horas de hacer amistades, nena. Paso por delante de una panadería cuyo olor me seduce. Entro y compro una barra de pan. Aún está caliente. Ese calor me reconforta. Le hago una foto a ese paisaje donde decían que hoy iba a lucir el sol. Pienso en Raymond Carver y sigo caminando. Hoy van a ser más de seis kilómetros, seguro

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