Que cada interpretación de Olivia Colman sea magnífica no es nada nuevo. Pero lo que consigue en 'La hija oscura' va más allá de todo lo anterior. Crea a una mujer compleja, fascinante, herida, orgullosa. Todo ello a base de matices, miradas, silencios. De unos ojos húmedos que pueden expresar temor, deseo, angustia, placer, escepticismo, desafío, perturbación. No hay límite para ella: sostiene durante dos horas un material (una vida) que, en otras manos, podría romperse en cualquier momento, hacerse añicos, saltar por los aires. No lo hace. Logra el equilibrio. Lo moldea a su antojo sin que se note. Y lo exhibe también así: contundente, pero sin grandes aspavientos. La complejidad de vivir, de ser madre. De debatirse entre lo que dicen que está bien y los caminos propios, tan necesarios y difíciles casi siempre de alcanzar.
Memorable.
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