miércoles, 12 de enero de 2022

La poética de la fragilidad

De cuando el tiempo transcurría de otra manera. De esa nostalgia, que puede que no sea nostalgia sino otra cosa, otro concepto difícil de atrapar ya, de definir con mayor o menor exactitud. De la vida, alejada de apabullantes o grandilocuentes gestos. De la vida y sus pequeños detalles: esos detalles que definen lo que importa en realidad. Una canción, un mensaje, un encuentro inesperado, una mirada, una etiqueta en un bañador... Detalles que encierran mundos. De ciertos estados de ánimo. Del azar, del amor, de la amistad, de la fragilidad. De todo esto tratan las historias de 'Frágiles humanos' (Editorial Tres Hermanas), los últimos relatos de Ernesto Calabuig. Y que, en realidad, con idéntica sabiduría y capacidad de observación, prosiguen el camino trazado con su anterior libro, también magnífico, 'La playa y el tiempo'. Ah, la mujer del primer relato de aquel libro, importante personaje femenino de nuestra literatura reciente. "Escribir es un atrevimiento, como quedarse desnuda en una playa". Aquel comienzo. Así decía. Así dice. Y en esas palabras quedaba perfectamente definido el acto de escribir. Luego, al hilo de esas palabras, venía su historia. Recupérenla si no la han leído, antes o después de esta nueva colección de relatos. Merece la pena. 

Sigamos con estos nuevos (y espléndidos) relatos. Retazos de vidas. Estados oscuros o luminosos. Oscuros y luminosos. Trazos de existencias marcadas por recuerdos, por el destino, por las decisiones. Gente que se hace un hueco en este mundo, consciente de su fragilidad (o no). Gente que emociona con la música. Gente que se sigue emocionando con la misma música de entonces. Gente que observa. Gente normal y corriente. Gente con un pasado, naturalmente. Gente que respira, que goza, que sobrevive. 
Todo esto tiene cabida en estas nuevas historias de Ernesto Calabuig. La vida, sí, contemplada a pie de calle, donde nunca, en manos del escritor, pese a los contratiempos del destino (ese va y viene que se nos escapa tan a menudo), pierde ese componente poético que resulta imprescindible para seguir adelante. Y la belleza se alía con lo cotidiano.   

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