Era una pareja extraña. Un hombre y una mujer. Unos cincuenta años mal llevados. Se parecían. Por eso pensé en un primer momento que podían ser hermanos. Luego, por algún gesto que no es propio entre hermanos, me di cuenta de que los unía otro vínculo. Se parecían como se parecen esas parejas que llevan muchos años de relación a sus espaldas. Paseaban, calle arriba y calle abajo, y fumaban constantemente. Él encendía los cigarrillos y se los pasaba a ella. Los dos los agarraban como se agarra algo que se desea mucho. El libro que estaba leyendo era interesante, pero lo dejé a un lado. Los paseos, calle arriba y abajo, de aquella extraña pareja me parecían mejor opción. ¿Cuáles eran sus intenciones? ¿Hacer algo de ejercicio, matar el tiempo, dejarse acariciar las pieles ajadas por aquellos inesperados rayos de sol? También me pregunté: ¿Se puede hacer algo mejor que pasear, matar el tiempo o dejarse acariciar por unos inesperados rayos de sol en estos tiempos endemoniados y cargados de incertidumbres?
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