Cuando íbamos por el Urban o el Riscal -dos coctelerías cuyo estilo te transportaba a otras ciudades, dejando atrás cualquier rastro de provincianismo-, podías verla caminando entre las mesas, retocando algún detalle, ordenando unas flores o el plato de los limones, saludando a clientes y amigos. Se movía de esa manera en la que se mueven las personas especiales, que sobresalen y destacan del resto sin proponérselo. Ese don que se tiene o no se tiene, que es innato, que no se puede comprar. Sus ropas siempre negras contrastaban con su pelo de un rubio intenso. Algún detalle -un pañuelo en el cuello, un anillo o una pulsera, unos playeros, una cazadora...- rompía la monotonía del negro, añadiendo un toque especial y glamuroso. Un toque de distinción, como decía el título de aquella película de los 70 protagonizada por Glenda Jackson. Eso era. No le demos más vueltas.
sábado, 16 de enero de 2021
Un toque de distinción
Una palabra amable, un gesto cariñoso (sin ser forzado), una sonrisa cercana y cómplice. Así te recordaremos, Pepa. Formando parte de los buenos tiempos que conoció esta ciudad. Y me vuelvo a ver allí, con Íñigo y con Yolanda Lobo, el sabor del cóctel, el pelo rubio, las ropas negras, el detalle que rompía la monotonía del negro, la figura, el don, la sensibilidad, el toque de distinción... Te vuelvo a ver allí también -rasgando con todo ello el clasicismo del paisaje exterior-, por un instante.
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