lunes, 1 de febrero de 2021

La poeta Natalia Menéndez escribe sobre La noche se detiene

Ovidio Parades no es un autor de acción, sino de pensamiento, como nos muestra en La noche se detiene. Con esta novela corta nos presenta un ejercicio necesario: se trata de un tiempo detenido para la reflexión sobre la vida y la muerte. Porque en este mundo frenético es necesario pararse y mirar al pasado para entender el presente y construir el futuro. Y por ello, en su relato, Ovidio Parades habla de nosotros. De nosotras. De nuestra generación. De nuestro entorno inmediato: una ciudad reconocible sumergida en la triste decadencia de lo cultural y lo comercial. Duele la vejez en la pluma de Parades. Duele porque la generación de la que habla se rodea de ella (nuestros mayores, inevitablemente, envejecen) y por ello duele el doble, porque no nos es ajena. El mayor acierto de esta novela es que, en esa noche detenida, en la belleza de lo terrible, el autor no nos da tregua. Si pensabas que ibas a contemplar la escena como si de un espectáculo se tratase, estás equivocado/a. Tendrás que tomar parte, ser Julia y decidir con ella. Ponerte en su piel. Decidir qué harías tú en su lugar. ¿Le abrirías la puerta al deseo? ¿Cederías al ruego de Milagros? Así, en la quietud de una noche en la que domina el poder de la memoria, Paredes juega con la presencia tranquilizadora de lo cotidiano, siempre cubierta por una nostalgia que conmueve y hiere a partes iguales. Enhorabuena, Ovidio, por lograr que con tus palabras afloren emociones tan intensas.

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