La incomunicación, la soledad, la nieve que no cae y Sylvia Plath como una especie de Macguffin que recorre toda la película. Esos son los elementos centrales de la nueva película de Isabel Coixet, 'Nieva en Benidorm'. Y también están los silencios que recorren los escenarios prácticamente desiertos de la ciudad, el aire desvalido de Timothy Spall, la rotunda presencia de Sarita Choudhury, la contenida sabiduría de Carmen Machi, la imponente voz de Pedro Casablanc y la mirada de una Ana Torrent que reclama en cada aparición más presencia (creo que Coixet debería escribir una película con ese personaje, todo un hallazgo, como protagonista). Una mirada que encierra misterios, secretos, miserias, anhelos y resignación. Y una trama que los une a todos. Una trama que casi es lo de menos. Lo importante es el deambular de estos personajes por ese Benidorm casi tan fantasmagórico como la figura de la autora de 'La campana de cristal'. Aquella mujer que, como apunta en sus diarios, vivió días felices en la localidad en los años 50. Porque la película tiene la particularidad, y no es poca cosa, de poder imaginar a Plath en aquella playa, en aquella terraza frente al mar, en aquellas noches. Escribiendo, quizá, unas líneas en su diario, unos versos que luego descartaría, o dejando pasar el tiempo y perdiendo la mirada en ese sol que se refleja sobre el mar a primera hora de la mañana. Ese sol y ese mar que también son refugio para las heridas de estos personajes, que, sentados en esa playa casi vacía, esperan o ya no esperan nada.
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