El Pavón Teatro Kamikaze cierra definitivamente sus puertas. Una pena. No recuerdo cuál fue la primera obra que vimos allí, pero sí recuerdo la última, el año pasado. 'Las canciones', que no es un musical sino un texto lleno de dolor, y rabia, y esperanza, y furia, y donde la música de Nina Simone retumba en las viejas paredes del teatro como una especie de celebración de la vida y, a la vez, de catarsis colectiva. Quién nos iba a decir entonces, disfrutando de ese texto y de las músicas que lo acompañan, Nina Simone, insisto, sobre todas ellas con su rotunda majestuosidad, que aquella sería la última vez que íbamos a estar allí. Qué calor, y qué subidón, al salir del teatro. Lo recuerdo bien. Esa euforia que viene después de ver una gran pieza teatral, que ganas daban de pedir que todas aquellas músicas sonaran por altavoces instalados por toda la ciudad como si estuviésemos en un musical interminable y como ahora suenan esos villancicos que añaden tristeza a la tristeza de este año endemoniado. Hace tiempo que la Navidad significa poca cosa para mí. La Navidad es la infancia y la infancia de Truman Capote en algunos de sus relatos. Y Shirley MacLaine corriendo por las calles en busca de Jack Lemmon. Y poco más. Y ya está.
martes, 22 de diciembre de 2020
El Pavón Teatro Kamikaze
Se acabó, pese a la presencia del público y el prestigio, aquella aventura. Nada volverá a ser lo mismo después de esta pandemia: lo estamos viendo cada día. Y lo que nos quedará por ver. Abróchense los cinturones, que diría Margo Channing en aquella noche de celebración, rabietas, celos y ginebra.
Ojalá la buena música pueda salvarnos como el señor Mankiewicz salvó la carrera de Bette Davis.
Aunque no sé yo.
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