Hay muchas cosas buenas en 'Alguien que cuide de mí', la película dirigida por Elvira Lindo y Daniela Fejerman. Las conflictivas relaciones entre madres e hijas, la historia de amistad entre los personajes de Emma Suárez y Pedro Mari Sánchez (espléndido el momento en el que recuerdan cómo se conocieron y ese otro donde, delante de un espejo, rastrean sus miedos), los flashbacks (gran acierto ese aire tan de teatro americano y gran acierto también que Clara Sanchís interprete el mismo personaje de Magüi Mira de joven), la obra de Chejov que ensayan, las actrices (todas) y los actores (todos). Y en el centro, el personaje de Emma Suárez, la vida de esta mujer que guarda secretos, domina unos cuantos silencios y trata de vivir con dignidad después de unas tormentas que se muestras y otras, probablemente las más importantes, que sólo se intuyen. Un personaje muy bien construido que Emma, con su amplio registro de matices y miradas, convierte en una especie de símbolo de aquella época, los 80. Una mujer que ha sobrevivido a demasiadas cosas, pero que está aquí y puede recordarlo, y, sobre todo, seguir hacia delante, pensando en el futuro. Como, de hecho, hacen todos los personajes en esa luminosa escena final. En la vida, con todo y a pesar de tantas turbulencias, esa luz siempre es más poderosa que la tiniebla. Como en algunas películas. Como en esta película.
No hay comentarios:
Publicar un comentario