‘Jeanne Dielman, 23, Quai du Commerce, 1080 Bruxelles’, de Chantal Akerman, ha sido elegida por los críticos de la revista británica "Sight and sound" como la mejor película de la historia. De ella, vista hace tiempo, recuerdo, sobre todo, los silencios de la protagonista y aquella manera diferente de filmar lo cotidiano. Levantarse, preparar el desayuno, hacer la compra... Buscarse la supervivencia, la propia y la de su hijo, aun a costa de perder la dignidad (no vamos a desvelar el secreto de esa supervivencia y sus posteriores consecuencias, eje central de la historia). Y recuerdo la presencia de Delphine Seyrig, naturalmente. De principio a fin. El magnetismo de esta actriz francesa, tan bien retratada por Marguerite Duras en su libro de crónicas 'Outside' y en sus trabajos cinematográficos. Escribe Duras: "Cuando anda, todo su cuerpo se mueve, y no hace más ruido que un niño". Y añade: "Si no la han visto ustedes en el cine, ¿cómo decirles que ocurre con ella?". Su elegancia. ¡Hasta pelando patatas en una modesta cocina resultaba elegante! No le hacían falta muchas palabras. En realidad, a Seyrig, en cualquier historia (vuelvo a pensar en Duras), le basta un gesto, una mirada o un movimiento de cabello para expresar cualquier emoción.
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