Solidaridad con Sanna Marin, la primera ministra de Finlandia, después de la polémica y los ataques recibidos tras filtrarse ese vídeo personal donde aparecía divirtiéndose en sus ratos libres (test negativo en drogas). Qué maravilla. Mujeres que han subido sus vídeos a las redes y donde aparecen riendo, bailando, con sus copas en las manos y el rostro alegre de quien se lo está pasando muy bien en la fiesta, que buena falta hace. Las consecuencias de la guerra, el desempleo, el coste de vivir (como diría la escritora Deborah Levy, cuya nueva novela llega en dos meses a las librerías), las huellas alargadas de la pandemia, más los problemas personales que cada una... Todo eso no aparece en los vídeos de estas mujeres. Se queda fuera de plano. Sólo hay lugar para la risa, el buen humor, la música, el baile y los copazos. Como en aquel vídeo en el que Meryl Streep, Christine Baranski y Audra McDonald aparecían cantando 'The ladies who lunch' y bebiendo vino y Martini en los tramos más duros del confinamiento. Recuerdo lo que me animó el vídeo aquel mediodía, encerrado en casa, a la hora de ahuyentar tantos miedos, desvelos y fantasmas como entonces teníamos encima. Qué genialidad, pensé agradecido a aquellas tres mujeres estupendas. Lo mismo que pienso ahora de estas mujeres anónimas y libres defendiendo espontáneamente a la primera ministra de Finlandia. "Si desahogarse en una fiesta es lo peor que ha hecho su primera ministra, entonces es un país bastante afortunado", dijo una colega australiana.
Que viva el vino. Y Stephen Sondheim, también.
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