Mi abuela paterna decía que prefería morir que volver a vivir otra guerra. También decía, ya convertida en una anciana, que aquellos sonidos nunca habían desaparecido de su cabeza. Aquellos sonidos y aquellos paisajes, murmuraba. El hambre, la impotencia, el frío y el miedo. Aún era pequeño y poco sabía del mundo cuando decía esas palabras, pero las recuerdo a menudo. Son palabras que se quedan grabadas en la memoria. Mi abuela murió en 1989. Yo tengo hoy 50 años y sé más cosas del mundo de las que me gustaría saber. Mujeres (y hombres) con más estudios que mi abuela expresaron cosas similares en sus libros. Sobre guerras cercanas y guerras lejanas (que nunca lo son tanto). Yo las he leído. Y releído, en algunos casos. Pero esta mañana triste vuelvo a recordar a mi abuela paterna, sentada debajo de aquella higuera, expresando sus pensamientos. Su carácter y su fortaleza le impedían llorar, pero hay veces que el cuerpo va a su aire, aislado por completo de tus propios deseos.
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