lunes, 6 de diciembre de 2021

El poder del perro

Montana, 1924. Phil es un vaquero rudo, altivo, desagradable pese a su atractivo físico, grosero incluso. Pronto descubriremos que tiene un lado sensible que, al igual que su reprimida sexualidad, trata de ocultar a toda costa. Todo empezará a cambiar cuando aparece en el rancho el delicado Peter, el hijo de la esposa de su hermano. La primera aparición del muchacho, flores incluidas, y la escena de la comida con los otros vaqueros me parecen dignas de un cuento de Alice Munro o Edna O´Brien: esa mezcla de rudeza y sensibilidad que ambas dominan con maestría. Pienso, por ejemplo, en 'Jarana a la irlandesa', el relato de O´Brien. No desvelo nada del argumento de 'El poder del perro', la nueva película de Jane Campion, diciendo todo esto porque no estamos ante un nuevo 'Brokeback Mountain'. Esta película, pese al paisaje compartido, es otra historia. Es la transformación (y los motivos de esa transformación) de Phil (impresionante Benedict Cumberbatch) ante la aparición de ese joven. Es la historia de una madre (frágil y poderosa Kirsten Dunst) con reminiscencias de las mujeres de Tennessee Williams, aquellas mujeres un poco perdidas, aficionadas al trago porque no se adaptaban a las vidas que les habían caído en suerte. Es la historia de muchos silencios, algunos misterios y las texturas del deseo. Como en los cuentos de Munro y O´Brien, Campion combina con sabiduría la rudeza y la sensibilidad. Lo que se oculta detrás de una flor de papel, de una palabra no pronunciada o de un campo de hierba mecida por el viento.

Excelente película.    

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