El jueves cumplí 50 años. Es una sensación extraña. 50 años. Una sensación similar a la que tienes cuando estás esperando que suceda algo importante, y de repente sucede, y de repente parece que todo ocurrió en otra vida o le ocurrió a otra persona. A veces, ensimismados en proyectos y preocupaciones, los días pasan lentos, pero lo cierto es que la vida transcurre a toda velocidad. Como esos trenes que pasan mientras el nuestro se ha detenido por unos instantes y uno tiene la sensación de que va a ser arrollado por ellos en cualquier momento. En cierto modo, vivimos así: con esa sensación de ser arrollados en cualquier momento. Es un vértigo que no dura todo el tiempo (sería imposible vivir siempre atenazados por él), pero está ahí. Supongo que lo fundamental es seguir a lo nuestro. Llenar los días con esos proyectos (literarios, básicamente) y llenar los espacios con esas personas que, a pesar de determinados problemas, logran que sigamos disfrutando de los placeres sencillos.
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