"Y de repente esta lluvia", palabras que pertenecen a un poema de Jack Gilbert. "Suddenly/ This rain". Y que también dan título a un magnífico libro de relatos de Sergio Royo. "Y de repente esta lluvia" es también lo que dices una tarde de julio en esta ciudad, cuando estás preparándote para salir a dar un largo paseo y tomar luego una cerveza en una terraza sin demasiada gente y olvidarte de tanto ruido y tantas malas noticias como están sucediendo estos días (hartazgo infinito). Y de repente esta lluvia, sí, que se transforma en granizo, a las cinco de la tarde de ese día de julio que de repente se convierte en un día de diciembre. Ya no hay nada que hacer respecto al paseo y a la cerveza. La tarde, en este sentido, está perdida. Y hay que encender la luz porque el granizo también trae oscuridad y asimilar que aquí, en el norte, lo mejor es no hacer muchos planes, por sencillos que parezcan. Y abres la ventana y te consuelas con ese olor que remite a tantas tardes de verano como ésta, y buscas un refugio (un libro, una serie, una película), pero ya nada será lo mismo. Lo que quieres es pasear y no hundirte en el sofá, beber cerveza helada y no chocolate caliente, luz (mucha luz) y no tiniebla. Lo que quieres para el verano son días de verano. Numerosos días de verano. Sol, calor, pereza. Hasta que ya no puedas más, y entonces sí, desees encender la luz cuando el granizo arrastre oscuridad y sentir cómo reconforta la lluvia. "Los matices del olor de lluvia", dice Royo en una de sus historias. "Los matices del olor de lluvia. Diferentes formas de vivir".
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