Me acuerdo de la rabia que nos daba en aquellos lejanos tiempos en los que las noches de los sábados, disfrutando de calles y bares, las dos se convertían en las tres. Y en lo felices que nos hace hoy al pensar que tenemos una hora menos de encierro. Quién lo iba a pensar entonces, tan ansiosos como éramos, mientras la vida discurría a toda velocidad a nuestro alrededor.
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