Limpio el baño a conciencia, bañera incluida. Recojo los productos de limpieza, pero se me olvidan los guantes en el lavabo. Voy a la cocina. Preparo café, escucho la radio, la apago porque ya no puedo más con el coronavirus. Estoy allí unos quince minutos. Vuelvo al baño y descubro que durante ese tiempo la linda gatita le ha quitado, uno por uno, los dedos a uno de los guantes y los ha repartido por diferentes rincones del baño y del pasillo. Grito: ¡¡Geeeeena!! Y ella, tirada en el suelo a lo largo cual Sara Montiel en aquella chaise longue donde fumando esperaba, maúlla entre seductora y desafiante. Y luego, tan tranquila, se levanta y se va, como si no tuviera nada que ver con el asunto.
¿Cuándo decíais que se relajaban estas fierecillas?
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