Imponente. La presencia de Aitana Sánzhez-Gijón encima de un escenario siempre lo es. Por su belleza, por su elegancia, por ese manera de llenar el espacio con su voz y su manera de interpretar. También por los silencios, tan importantes a la hora de valorar la magnitud de una interpretación. Quizá en 'La vuelta de Nora', ya desde el primer momento, aún sin pronunciar palabra (a vueltas con los silencios), esa presencia -con su vestido azul, su largo abrigo, sus zapatos de alto tacón, y esa mirada que contiene un pasado a sus espaldas con el que vuelve a reencontrarse- sea más imponente que nunca. Y que me perdonen Maggie la gata, La Chunga, Medea o esa Juana (continúa la gira) que lanza su grito y su baile contra la injusticia cometida hacia las mujeres a lo largo de los siglos.
Por todo ello, seguramente, le acaban de otorgar el premio Ercilla. Y desde aquí lo celebramos.
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