Ser un hombre es respetar a tu padre y a tu madre, a tus hermanos, a tu pareja, a tus amigos. Ser un hombre es respetar las diferentes clases de intimidad que compartes o compartiste en algún momento de tu vida con esas personas o con otras que ya no te rodean. Ser un hombre no consiste en exhibir con bravuconería y ordinariez con quien te has acostado ni lo que has hecho libremente con esa otra persona. Ser un hombre no consiste en decir brutalidades (babayadas, decimos en Asturias: no me digáis que no es una palabra gloriosa) públicamente por un puñado de euros. Ser un hombre también significa guardar silencio muchas veces. Ser un hombre supone equivocarte en numerosas ocasiones, teniendo siempre los conceptos esenciales muy claros. Respeto y decencia, esos son los conceptos esenciales. Parece sencillo, ¿no? En eso consiste (o debería consistir) ser un hombre.
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