Reseña del nuevo libro de Laura Freixas, `El silencio de las madres y otras reflexiones sobre las mujeres en la cultura´ (Editorial Aresta), que aparece en el nuevo número de la Revista Clarín.
Paralelamente a una carrera literaria que abarca casi todos los géneros (novela, cuento, autobiografía, ensayo, diarios, biografías de escritoras imprescindibles...) y a unas labores de traducción, de dirección de destacadas colecciones o de coordinadora de imprescindibles recopilaciones de textos, Laura Freixas ha ido ejerciendo otra importante tarea, la de dar voz a las mujeres, denunciar las injusticias y los despropósitos que muchas veces tienen que sufrir por el mero hecho de pertenecer a un género, el femenino, que la sociedad ha intentado una y otra vez relegar a un segundo plano de las maneras más inusitadas, más violentas, más despiadadas. Sin miramientos. Lo ha hecho en conferencias, artículos, ponencias, prólogos, críticas literarias, teatrales o cinematográficas, mesas redondas... Allí donde la voz de Laura tenía cabida, lo tenía el derecho de protesta. Pese a ello, toda protesta resulta insuficiente. Ahí siguen las estadísticas de la vergüenza y el despropósito. Mujeres violadas, asesinadas por sus parejas, marginadas, apaleadas, relegadas a planos inferiores pese a sus capacidades... Mujeres que la Historia va dejando arrinconadas, perdidas en esas nebulosas despiadadas del olvido. Siempre en un segundo plano. Por no decir en tercero o cuarto. Laura no ha perdido la capacidad de razonar, de defender lo que a todas luces resulta injusto, de denunciarlo cuando considera que se han traspasado los límites de una forma cruel y totalmente vergonzosa y ridícula. Su voz no ha dejado de alzarse, afortunadamente. Es más: lo sigue haciendo -alzar la voz- con la contundencia y la seguridad que le da estar en posesión de la razón frente a tanta injusticia y, llegado el caso, tanta barbarie. Laura alza la voz de modo impecable e implacable. No queda otra opción. Ahí está esa voz para denunciar el regreso a viejas leyes que ya creíamos superadas (como la del aborto) o para poner sobre el papel las cuotas femeninas en los premios literarios más destacados. Son sólo dos ejemplos. Hay muchos más.
Muchos de esos prólogos, artículos y reflexiones están aquí, en este libro de precioso título del que hoy hablamos. Son todos ellos textos vivos, llenos de fuerza, donde queda reflejada la lucha de la autora, la rabia y la perplejidad por un mundo del todo injusto en este sentido (y en tantos otros, cabría añadir). Y donde conceptos tan poco frecuentados como la maternidad también tienen cabida. Se han ido escribiendo en los últimos años, pero conservan toda la vigencia y el sello de su elegante estilo literario. Cabe destacar la belleza de algunos textos, como el que le dedica a la escritora Elizabeth Smart y a esa novela de culto que es `En Grand Central Station me senté y lloré´.
Muchos de esos prólogos, artículos y reflexiones están aquí, en este libro de precioso título del que hoy hablamos. Son todos ellos textos vivos, llenos de fuerza, donde queda reflejada la lucha de la autora, la rabia y la perplejidad por un mundo del todo injusto en este sentido (y en tantos otros, cabría añadir). Y donde conceptos tan poco frecuentados como la maternidad también tienen cabida. Se han ido escribiendo en los últimos años, pero conservan toda la vigencia y el sello de su elegante estilo literario. Cabe destacar la belleza de algunos textos, como el que le dedica a la escritora Elizabeth Smart y a esa novela de culto que es `En Grand Central Station me senté y lloré´.
La voz que se alza aún continúa siendo una voz más que necesaria. Como lo es, necesaria, la lectura de este libro.
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