La muerte de la madre, Esther Tusquets, lleva a la hija, Milena Busquets, a escribir sobre ella, sobre el tiempo que vino después de su desaparición. Y lo hace -novelando la historia, cambiando los nombres- arañando el dolor, buscando lo que sea -el sexo, los hijos, los afectos, la escritura, las amigas, el alcohol, los viajes...- para ahuyentarlo, para difuminarlo, en la medida de lo posible. Milena le cuenta con palabras certeras, desnudas, despojadas de todo aderezo y retórica, al lector y a su propia madre, la Tusquets, escritora y editora, personaje imprescindible de la cultura de este país y autora de unos cuantos textos fundamentales (desde `El mismo mar de todos los veranos´ hasta `Correspondencia privada´ o `Con la miel en los labios´). Nos cuenta ese dolor y la manera en que intenta huir de él y se lo cuenta a ella, a Esther, donde quiera que se encuentre. Recuerda. Repasa. Revive. Respira. Busca el equilibrio. Sale adelante. No queda otra opción. Y ella, Milena, a sus cuarenta años, lo sabe. Como sabe que esa huella, la de su madre, cuando desaparezca el dolor más violento, la acompañará hasta el final.
Volvamos al sexo. Mientras escribo estas palabras, y también mientras leía parte de la conmovedora novela (`También esto pasará´. Editorial Anagrama) de Milena, los vecinos de al lado, de un modo bastante exagerado y escandaloso, practican sexo. Son dos jóvenes -chico y chica-, y sus gemidos de placer se oyen por toda la casa, incluso desde el otro extremo. Supongo que los demás vecinos los escucharán igual que yo. Me sorprende esa falta absoluta de pudor. Como si el mundo, más allá de ese momento de placer, no existiese. En realidad, en sus cabezas, no creo que exista. Como si estuviesen solos en el planeta. Lo cual -siendo sinceros- no deja de tener su lado tierno y conmovedor. La gata, adormilada, me mira y vuelve a enroscarse en el cojín, resignada, como si ya estuviese acostumbrada a ese jaleo que proviene del otro lado de la pared. Vuelvo a leer las palabras que Milena escribe sobre el sexo en su novela: "Que yo sepa, lo único que no da resaca y que disipa momentáneamente la muerte -también la vida- es el sexo. Pero sólo durante unos instantes, o como mucho, si te duermes después, durante un rato". Estoy de acuerdo con sus palabras. Los vecinos de al lado han terminado. Ahora ríen. Volverán en breve a "disipar momentáneamente la muerte". Siempre es igual. Se conceden pocas treguas, sobre todo durante el fin de semana. No me parece mal, quede claro, aunque a veces agradecería un poco más de discreción. Quizá me estoy haciendo mayor. Quién sabe.
Ahora que la casa ha recuperado su silencio, releo algunas frases de la novela de Milena que he señalado durante su lectura. La novela está llena de hallazgos, de esas frases que permanecen en la memoria. "Cuando el mundo empieza a despoblarse de la gente que nos quiere, nos convertimos, poco a poco, al ritmo de las muertes, en desconocidos". Y pienso, como siempre he hecho, que la vida es tan frágil que, aún más según se van cumpliendo años, hay que aprovecharla en todo momento. Disfrutarla. Creo que, pese al dolor que Milena nos narra, ese dolor que el tiempo irá difuminando, es la filosofía que se desprende de esta magnífica novela. Y no es mala filosofía, desde luego.
Sólo el título empuja a leerla. Yo creo que hay cosas que no pasan nunca: el dolor por el amor perdido cuando ese dolor te impide seguir con claridad, la ausencia de una madre o de un padre, de la persona amada, de alguien con quien compartiste momentos especiales de tu vida, la de un hermano... no sé, hay cosas que ni siquiera el mejor sexo te hacen olvidar. Mi abuela empezó a soltar lastre cuando el mundo empezó a despoblarse de sus iguales que no de su descendencia... hoy cumpliría 100 años... en menos de tres semanas yo 45 y aún no tengo claro si estoy donde quiero estar.
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