martes, 16 de abril de 2013

Primer domingo de primavera

La memoria es caprichosa, siempre va a su aire, sorprendiéndote o rescatando del pasado algunos instantes que hacía algún tiempo que no recordabas. Yolanda y Toña, esas amigas generosas con las que siempre resulta agradable pasar el tiempo y llenarlo de risas y palabras, nos han llamado para invitarnos a comer en un sitio que, según anunciaban, nos encanta. Estamos en el campo, rodeados de árboles y montañas, lejos de la ciudad. Es el primer domingo verdaderamente primaveral de la temporada. El sol, atravesando el tejido de la ropa, calienta las pieles y los huesos. Se pueden abandonar las chaquetas, desabrochar los botones de las camisas, sacar del armario los zapatos de verano y recoger los calcetines. El sabor helado de la cerveza anima la conversación. La sensación no puede ser más placentera. Todos estamos relajados. Los problemas, hoy, se quedan a un lado. Dejamos espacio para las risas, la complicidad, la conversación y las primeras cervezas heladas de esta primavera. Ese sabor único que reconforta. Que, con la combinación del sol, te hace alejarte un poco de la realidad, zambullirte en una especie de sopor ligero y muy recomendable. A lo lejos, unos niños corren de un lado a otro. No molestan. Es un sonido agradable, el de las risas de los niños, el de sus juegos, un poco amortiguado por el canto de los pájaros, por las conversaciones de las otras mesas, por el baile de las sombrillas cuando se levanta un poco de aire inesperado.
¿La memoria? Resulta inevitable cuando me encuentro en lugares así que recuerde las tardes infantiles en las casa de los abuelos paternos y el año que, mucho tiempo después, pasé en Sariego, en aquel molino remodelado, rodeado de toda clase de animales, paraíso idílico por excelencia. Y la ilusión o la esperanza de que llegue algún día en el que nosotros podamos tener una casa así, alejada de todo. Un refugio en el que poder leer y escribir y cocinar. Y dejar pasar las horas, charlando con los amigos que van quedando o contemplando cómo se escapan las últimas horas del día cuando llegue la primavera o el otoño. Sueños, deseos, anhelos. Tampoco es tanto pedir. O quizá sí, ay. No importa. El deseo es lo que mueve el mundo, lo que nos mueve. Lo que hace que tiremos para delante. Estamos aquí, hoy, en buena compañía, con Yolanda y Toña, charlando, disfrutando del domingo, divagando, dejando que la memoria aparezca brevemente y que luego se vaya, ansiando la llegada de un futuro un poco mejor... Estamos aquí y estamos vivos, que es lo único que verdaderamente importa, más allá de los anhelos, de los deseos. Con esa ráfagas de memoria que nos conforman a cuestas. Mirando hacia delante, sí, en este primer domingo de primavera. Como siempre, pese a todo. Como siempre.    

4 comentarios:

  1. Tengo un amigo que dice que cuando llega el buen tiempo, los problemas se ven de distinta manera. Igual consiste en eso, en madrugar por dentro con buen tiempo y lasgas horas de sol. Igual es eso...

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  2. Julia Fernández de la Vega16 de abril de 2013, 21:54

    Ovidio querido, he intentando insertar el comentario en tu muro y nada, imposible. Misterios insoldables. Te decia que me daba la sensación de cada día escribias mejor. Eres desdeluego un gran escritor, pero estos relatos cortos de tu blog son auténticas delicias. Un Domingo de Primavera, el primer día de sol para los asturianos que ya creíamos que se había ido para siempre. Cualquier excusa es buena estar con los amigos; todo vale para festejar la vida y no olvidar nunca los anhelos. No olvidar nunca los deseos. Algo imprescindible para que se conviertan en realidad. Un beso para los dos. Julia

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  3. El sol nos ayuda a mirar con más optimismo todo lo que pasa a nuestro alrededor. Bienvenido sea!!!

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  4. Y menudo domingo: vermuteo y cafeteo, familia y amigos... y todo en la calle, al aire libre, dejando que los rayos benéficos del sol (que también los hay) activen la vitamina D que para algo que nos dan gratis, habrá que activarla aunque sea suavemente.

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