miércoles, 11 de mayo de 2022

Espejismo

Parece que llega el buen tiempo. Nos revolucionamos. Guardamos los abrigos. Intentamos emparejar los dichosos calcetines para meterlos en el fondo del cajón. Siempre se queda alguno por el camino. Abrimos las ventanas a cualquier hora, de par en par. Siempre hay una mujer en el edificio de enfrente limpiando los cristales. Se podría contar una historia con esa imagen: la misma mujer, la misma ventana, a través de los años. Metemos una botella de vino blanco en la nevera, por si hay algo que celebrar. Hacemos planes que incluyen carreteras secundarias, bañadores, playas. Qué cerca vuelve a estar el cumpleaños de mi madre (junio), qué cerca el mismo mar de todos los veranos. Tachamos los días del calendario. Imaginamos que la humedad ha desaparecido, pero es mentira: la garganta nunca deja de protestar. No importa. Nos creemos el espejismo. Nos quedamos a vivir dentro de él. Incluso cuando, a mitad de semana, todo se desmorona. Cuando vuelven a anunciar lluvias para los próximos días, bajada de temperaturas. Otra vez: abrigos, paraguas, calcetines. El retorno a la casilla inicial (o casi). Qué bonito es el paisaje del norte. Aunque, a estas alturas, nos quedemos dentro del espejismo. Haciendo tiempo. Disimulando. 

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