Debajo de la superficie, siempre anida el misterio. Detrás de lo cotidiano, lo terrible y también lo surrealista. Al otro lado de la cortina, el miedo. Todos los miedos sobre los que escribió Carver en aquel poema. A veces, una simple naranja en el interior de una caja puede significar algo atroz y desencadenar más pronto que tarde la tormenta. Arriba y abajo. La plácida imagen del porche y el secreto del sótano. Lo que se muestra y lo que se oculta. Nada nuevo. Solo hay que observar y tener paciencia. Tras el estallido, todo termina saliendo a flote. El día a día no hace otra cosa que certificar todo esto. Y los buenos cuentos, así suelen reflejarlo. Eso es lo que hace Javier Pillastre en el magnífico libro que acaba de publicar con la editorial Pez de Plata, 'El relámpago y después el trueno'. Un conjunto de historias sobre la condición humana, sobre los peligros de levantarse cada mañana, sobre lo inesperado que nunca deja de sorprender o paralizar. Como apuntaba antes, sobre lo que estalla y lo que termina saliendo a flote. Y las consecuencias de todo eso, tiempo al tiempo. La letra pequeña que se encierra en el interior de la grande y que es más poderosa que ésta. Las huellas que los animales heridos van dejando sobre la nieve. Ese rastro que encierra belleza y dolor, no siempre a partes iguales.
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