Antes de empezar el rodaje de 'Muerte en Venecia', Luchino Visconti se dedicó a buscar por diferentes países al joven que debía interpretar a Tadzio. "Qué difícil es mirar", escribe Peter Handke. Visconti contradijo entonces el sentido de esas palabras que escribiría más tarde el Nobel. Nada más verlo, supo que se trataba de él. Björn Andrésen, un chico de una belleza tan extraordinaria como inquietante, que había acudido al encuentro dado el empeño de su abuela por convertirlo en alguien famoso. Los ojos grises, la mirada turbia, el pelo rubio. A partir de ahí (o más bien a raíz del estreno de la película), comenzó su tormento. Se convirtió en una especie de icono gay, algo que no le interesaba en absoluto. Se convirtió en el centro de todas las miradas, algo que tampoco le interesaba lo más mínimo. Comenzaban las luces y las sombras. Los altibajos emocionales. Las consecuencias de convertirse en quien no se desea. La mala suerte.
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