Beber para divertirse, beber para olvidar, beber por placer, beber por necesidad. Beber porque la vida es absurda, beber porque la vida es maravillosa. Beber para celebrar, beber para calmar heridas. Beber una copa, beber la botella entera. Beber, como comían aquellos tipos de la película de Marco Ferreri, hasta reventar. Cada cual escoge su opción. Hay riesgos importantes en algunas de estas opciones, nadie lo ignora. El alcohol puede llegar a ser un juego peligroso. Los protagonistas de 'Otra ronda' lo saben. Y lo asumen. Beben, y todo es divertido, y de pronto todo deja de ser divertido. Entre la diversión y la otra cara de la moneda, discurre la película de Thomas Vinterberg. Las decisiones y los riesgos. Las carcajadas y las caídas. Lo oscuro y lo luminoso. Lo fácil y lo que no lo es. El principio y el final de la noche. Hay fuerza en la historia. Hay belleza. Hay precipicios. Hay derrotas. Hay complejidad. Y hay unos actores, encabezados por un inmenso Mads Mikkelsen (produce un poco de vergüenza que no haya sido nominado a los Oscar), excelentes.
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