Un limón cubierto de moho en la bolsa de los limones. Una gota de vino en el fondo de la copa. La página cuidadosamente doblada en un libro para recordarte ese poema en concreto. El móvil silenciado. La foto que te ha enviado un buen amigo del mar que tiene cerca. El primer sorbo de café. La habitación fría por las advertencias sanitarias sobre la ventilación. Acumular botellas de lejía perfumada como se acumulan las lecturas pendientes. Su muñeco favorito sobre la cama demuestra que la gata ha dormido otra noche ahí. Una persiana que se levanta en el edificio de enfrente como el telón de un teatro. La misma actriz de todos los días, de piel oscura, fregando los platos del desayuno. Los gemidos de placer de los vecinos de arriba. El portero recogiendo los cubos de basura de la noche anterior. Tres cubos, tres colores. La hora del paseo. El paisaje inequívoco de un cansancio acumulado. El sol que sale y alegra. Las palabras que vienen y que anotas. Un reloj que marca la hora adelantada. Aunque parece que has perdido la cuenta de los días, en realidad no es así. Lo sabes porque sigues caminando. Pese al esfuerzo, cada nuevo paso constituye un avance. Ahora que la prisa es cosa del pasado y la nieve, al fondo, comienza a derretirse.
domingo, 28 de febrero de 2021
domingo, 14 de febrero de 2021
El amor
Observar su rostro dormido y pensar, catorce años después, que en ese escaso espacio que separa tu rostro del suyo caben todas las definiciones posibles.
jueves, 4 de febrero de 2021
Las niñas
Dejo por un momento a las niñas del cuento que da título al estupendo libro de José María Conget, 'Juegos de niñas', para descubrir las historias de otras niñas, las de la primera película de Pilar Palomero. 'Las niñas', ¡qué maravilla! La sutileza con la que la directora cuenta unas vidas cotidianas, la ausencia del padre, los silencios de las madres, los primeros descubrimientos y deseos, las verdades que se ocultan, lo que sucede fuera de cámara... Y al frente de todo eso, Andrea Fandos, Celia en la película, la niña protagonista. Un prodigio. Qué manera de hablar y de mirar, de mover el pelo y de escuchar, de jugar a ser mayor y de distinguir a las verdaderas amigas de las que no lo son. ¡Y ese final, que ella sostiene admirablemente! Lástima que las reglas de los Goya impidan nominar a personas menores de dieciséis años. Arrasaría. Dice Palomero que la niña todavía tiene que decidir si quiere ser actriz o dedicarse a otra cosa. Ojalá se decante por el cine. Su fuerza es abrumadora.
lunes, 1 de febrero de 2021
La poeta Natalia Menéndez escribe sobre La noche se detiene
Ovidio Parades no es un autor de acción, sino de pensamiento, como nos muestra en La noche se detiene. Con esta novela corta nos presenta un ejercicio necesario: se trata de un tiempo detenido para la reflexión sobre la vida y la muerte. Porque en este mundo frenético es necesario pararse y mirar al pasado para entender el presente y construir el futuro. Y por ello, en su relato, Ovidio Parades habla de nosotros. De nosotras. De nuestra generación. De nuestro entorno inmediato: una ciudad reconocible sumergida en la triste decadencia de lo cultural y lo comercial. Duele la vejez en la pluma de Parades. Duele porque la generación de la que habla se rodea de ella (nuestros mayores, inevitablemente, envejecen) y por ello duele el doble, porque no nos es ajena. El mayor acierto de esta novela es que, en esa noche detenida, en la belleza de lo terrible, el autor no nos da tregua. Si pensabas que ibas a contemplar la escena como si de un espectáculo se tratase, estás equivocado/a. Tendrás que tomar parte, ser Julia y decidir con ella. Ponerte en su piel. Decidir qué harías tú en su lugar. ¿Le abrirías la puerta al deseo? ¿Cederías al ruego de Milagros? Así, en la quietud de una noche en la que domina el poder de la memoria, Paredes juega con la presencia tranquilizadora de lo cotidiano, siempre cubierta por una nostalgia que conmueve y hiere a partes iguales. Enhorabuena, Ovidio, por lograr que con tus palabras afloren emociones tan intensas.