El agua siempre trae recuerdos. Universos que estuvieron ahí y ya no están. Todo responde a una lógica, la del tiempo. El mar del norte, encendidas ya las luces, cuando todo se vuelve noche. Y vienen a la memoria aquellas aventuras. Juventud y nocturnidad. Los fines de semana en Gijón. La noche de Gijón. Tantos descubrimientos. Casi todos al mismo tiempo, sin tregua. El placer, el deseo, el azar, el brillo del whisky en los ojos, la amistad y también algunas desilusiones. Nadie sabía lo que estaba por llegar y en realidad a nadie le importaba. El privilegio de los 20 años. También el de los 30. Todo vuelve a estar ahí, de repente, por primera vez, asomándose a la oscuridad, el mar en calma. No se trata de añoranza. Es otra cosa. Lo que conforma el presente. Este presente. Los recuerdos que trae el agua, por un momento.
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