sábado, 4 de septiembre de 2021

Annette

Cuando todo comienza con una canción, 'So may we star'. Una canción que lleva al protagonista al escenario donde se gana la vida haciendo reír al público con su particular sentido del humor (apoteósico Adam Driver en esas escenas del teatro que entusiasmarían a John Cassavetes), y a ella, la protagonista (frágil, intensa, poderosa Marion Cotillard), a las tablas donde representa una ópera y muere de manera magistral cada noche. Son tiempos felices. El público los adora. El amor está de su lado. Los medios de comunicación recogen esa felicidad. Y luego, aunque ya sabíamos que Leos Carax no iba a hacer un musical convencional, todo se va derrumbando. Los medios también recogerán eso. De la luz a la oscuridad. Y aparece la niña, Annette. Y con ella, muchas metáforas, muchos matices, muchas lecturas con doble sentido. El lado oscuro. El arte y su reverso. La codicia. La decadencia. Pero la música sigue sonando. De hecho, no deja de hacerlo casi nunca, mientras se suceden más cuestiones y problemas. Así, hasta el final. Ese final seco, tremendo, inolvidable. Cuando la música ya ha desaparecido. 

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