Llevo varios días intrigado leyendo algunos comentarios sobre los primeros minutos de la película 'Maspalomas'. Que si radicales, sexo explícito, y en este plan. Ayer fui a ver la película. Obviamente, interesado por la historia que cuenta: un hombre homosexual de 75 años que, tras veinte años fuera del armario, tiene que regresar a él después de sufrir un ictus. Tema peliagudo. Si ya es complicado ingresar en un espacio desconocido y compartir intimidad con unos compañeros a los que no conoces de nada, la cosa se agrava al tener que hablar claro sobre tus verdaderos sentimientos. Los primeros minutos "radicales" se refieren a dos hombres desnudos y a otros manteniendo sexo, muy lejos del porno y del sexo explícito, que nadie se asuste. Todo tratado con delicadeza, pero con determinación: sirven esas escenas para mostrar la libertad con la que vive el personaje su sexualidad antes de caer enfermo. Lo que viene después es lo que importa: cómo el miedo se apodera de este hombre de 75 años. Algo, y más ante los tiempos que estamos viviendo, perfectamente comprensible. La evolución del personaje, genialmente interpretado por José Ramón Soroiz (espero que se lleve el premio de San Sebastián y todos los de este año), es lo que cuenta. Cómo se bloquea (el miedo siempre es paralizante, ninguna novedad), cómo evoluciona, cómo reacciona. Ahí está el meollo de esta historia que José María Goenaga y Aitor Arregi han tenido el acierto de contar. ¿Qué hacer ante esa tesitura? Seguro que muchas personas han pasado por situaciones similares o se lo están preguntando ahora mismo. La película es realista, sincera, no esconde ningún as bajo la manga. El problema sigue estando ahí. Para hombres, para mujeres, para la sociedad entera. La película te enfrenta a todo ello: sin tapujos. (Pequeño spoiler, quizá). Tengas la sexualidad que tengas, este espejo te refleja y te terminará obligando a posicionarte en uno de los bandos: al lado de los que llaman "mariposón" a uno de los cuidadores o al otro lado. La vida misma. Ayer, hoy, mañana y pasado mañana. Tiene, para redondear y con la ayuda de Franco Battiato, uno de los finales más hermosos que recuerdo haber visto últimamente.
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