Madonna, guste más o menos o no guste nada, es una diosa. Su trayectoria y sus posicionamientos, la avalan. Ayudó, desde el principio, cuando todo era muy diferente a estos tiempos que corren, a normalizar la homosexualidad con sus canciones y su comportamiento. También ayudó a las mujeres, aunque algunas no quieran ver que detrás de la aparente frivolidad siempre hay un mensaje, que viene a ser que cada uno haga con su vida lo que le dé la real gana. No (antes de que lo diga nadie), a mí tampoco me gusta su rostro actual (me parecía que estaba bellísima en Madame X, ese disco incomprendido antes del cambio facial), ¿y qué? Cada cual es libre de hacer lo que le venga en gana. Otra gente se destroza el rostro y domina el mundo, ¿hay que dar ejemplos? Madonna, con esa voz que llega a todas partes, intenta mejorarlo. Y eso, a mi juicio, te guste más o menos su música o su personalidad, es lo que cuenta. Nadie parece recordar que, en ciudades de provincias, por admirar a mujeres como ella, años 80 y 90, podían tirarte piedras. Y te las tiraban, sin miramientos. Puta, maricón, degenerados, y todas esas lindezas. Como a ella misma. Mujeres y hombres tan feos de cara como de espíritu. Ella alzaba, a su modo, la voz. Continúa alzándola. A grito pelado. Con las letras de sus canciones. Con su comportamiento, con su actitud (otra gente privilegiada no lo hace). Y a eso nos agarrábamos quienes sufríamos las piedras de los/as fascistas de turno. Creo que hoy, que esta mujer cumple 67 años, merece la pena recordarlo. Dados los tiempos que corren, no me parece poca cosa. Madonna, te guste o no, pasará a la historia. Quienes apedreaban (y apedrean) sus mensajes, aun en estos tiempos, sólo se definen a sí mismos. Larga vida a quien lucha y hace, como ella misma, lo que le viene en gana.
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