He terminado un nuevo libro de relatos. Todos están protagonizados por mujeres. Mujeres muy diferentes entre sí, jóvenes y menos jóvenes. La idea surgió hace tiempo, cuando vi a una atractiva mujer rubia fumando un cigarrillo a la entrada del local donde trabajaba. Tendría unos sesenta años y hablaba una mezcla de alemán y francés. Tenía clase, parecía cansada. Enseguida me empecé a hacer preguntas. Y la mejor manera de responderlas, fue ponerme a escribir. Inventar, divagar, crear. Muchas madrugadas de soledad, mucho trabajo, mucho placer, y muchas preguntas. Algunas, como corresponde a los relatos, las tendrá que descifrar la persona que se acerque al libro. No se puede dar todo hecho en los relatos. En los que más me gustan de otros/as escritores/as, así sucede. Esa atractiva mujer de sesenta años, fumando compulsivamente, dio paso a otras mujeres. Los relatos están encadenados. La secundaria de un relato es la protagonista del siguiente. Hay cine, hay música, hay literatura. Porque a la mayoría de estas mujeres, tengan la profesión que tengan, les gusta eso. Ríen, sufren gozan. Tienen miedo, cicatrices, decisión, esperanza. Se enfrentan a las incógnitas que la existencia les plantea constantemente. Yo no soy ninguna de esas mujeres. Yo soy todas esas mujeres. Ninguna de las mujeres de mi vida son estas mujeres. Y todas las mujeres de mi vida (madre, hermana, otras mujeres de la familia, amigas, compañeras, cómplices, actrices, escritoras, cantantes...) están, de alguna manera, presentes. Un detalle, un giro, una decisión, un quiebro. La voz de todas ellas siempre está en mí, esté o no escribiendo. Esto es así. Está dedicado a la memoria de mi madre, y sobran (creo) las explicaciones. Tiene un título largo y poderoso. Se publicará, si todo se cumple como me ha dicho Cristina Pineda, en septiembre. Una mujer, todas las mujeres. Os lo quería contar hoy, precisamente hoy. Salud, compañeras.
sábado, 8 de marzo de 2025
viernes, 7 de marzo de 2025
Marguerite Duras
Estaba en mi habitación, escribiendo. Era domingo, el sol frío de marzo entraba por el ventanal del cuarto. Había elecciones generales. Alrededor de las cinco, me levanté y puse la radio para saber cómo iban las cosas. Datos de participación, declaraciones de los políticos de turno y todo ese blablablá de esos días en los que piensas que algo puede cambiar para mejor pero pocas son las cosas que cambian de verdad en este sentido. Después, llegó la triste noticia: Marguerite Duras acababa de morir en su casa de París. Estaba a punto de cumplir ochenta y dos años. Atrás dejaba una vida repleta de excesos (amores, amantes, alcohol, palabras y deseo: sobre todo eso, el deseo que recorre cada una de sus páginas, inmarchitable) y unos cuantos libros que habían hecho de ella una escritora fundamental del siglo XX. Sentí la rabia y la impotencia que uno siente cuando se muere alguien al que has admirado tanto. Una mujer que escribió casi hasta el último momento (la belleza de aquel rostro ajado, la manos lentas y llenas de anillos moviendo la pluma sobre el papel, la voz que ya era apenas un susurro). Tres años atrás había publicado un ensayo extraordinario sobre el acto de escribir y que ahora reedita Tusquets (ya en librerías). El tres de marzo se cumplieron 29 años de aquel día en el que, por cierto, ganó las elecciones un partido de derechas, esa posición política contra la que ella, Marguerite, tanto había luchado y escrito. Furiosamente.
jueves, 6 de marzo de 2025
Mi única familia
'Mi única familia' puede que no se trate del mejor Mike Leigh (ese ya está hecho, y de qué manera), pero siendo una película suya sabes que algo te va a golpear. Y que lo va a hacer con rotundidad. Y lo hace, claro. Te golpea con fuerza y no te deja indiferente. La historia de esa mujer herida, dañada, dolorida, insoportable para la convivencia. Sus desgarros, su ansiedad y su manera de demostrar lo perdida y lo sola que está. Lo grande que a veces resulta el mundo, aunque no te muevas de tu diminuta parcela. Marianne Jean-Baptiste, olvidada en los premios más importantes del año (lo que viene a demostrar, una vez más, lo relativo e injusto de todo este asunto), está inmensa. Demuestra ese descontrol que padece de una forma tan prodigiosa que durante la primera parte de la película hace que te sientas incómodo en la butaca, que pases de esa risa helada que provocan las situaciones más grotescas y desconcertantes a la angustia y la compasión. Lo que hace Marianne en esa segunda parte, que se inicia con la visita junto a su hermana al cementerio donde está enterrada su madre hasta el final de la historia, es directamente apabullante. Silencios, miradas, lágrimas, temblores. Todo el miedo que puede caber en un ser humano. Ya lo sabíamos, pero qué pedazo de actriz. Buscadla por los cines, que desaparecerá rápidamente. Y es de lo mejor que he visto en estos tiempos tan convulsos y absurdos.
miércoles, 5 de marzo de 2025
Homenaje a Gene Hackman
"La muerte acaba con la vida, pero no acaba con una relación que continúa su lucha en la mente del superviviente hacia una resolución que quizás nunca encuentre."