Voces. Muchas voces en el nuevo libro de Eloy Tizón, 'Plegaria para pirómanos'. Masculinas, femeninas. Heridas, ardientes, ilusionadas, decepcionadas, cuerdas y no tan cuerdas. Por todas ellas, de una manera u otra, pasa la vida con sus atropellos y sus plegarias (atendidas o no), con sus expectativas y sus fracasos, con sus alicientes y sus temores, con ese sí esperanzado que luego termina siendo un no rotundo, avasallador. Pájaros en los cables, pájaros tiritando, pájaros arrasados por vendavales. La vida misma. La vida expuesta. La vida en el filo. Porque "la felicidad es un vestido de fiesta", como dice uno de los personajes femeninos del libro. Y también, podríamos añadir, ese mismo vestido de fiesta, quizá horas más tarde, puede ser todo lo contrario a la felicidad. Vamos a centrarnos en ese personaje, uno de los más importantes del libro, el que protagoniza el cuento 'Anisópteros'. Una mujer, Cordelia, y su monólogo. Imposible no pensar en la Gena Rowlands de los años 70 diciendo esas palabras. El temblor de la actriz americana para contar en esas treinta páginas casi una vida entera. Con el temor y el descaro de quien se sabe (o se intuye) ya al otro lado del espejo. Y tú vas, como lector, y te sitúas a ese otro lado del espejo, muy cerca de esa mujer, de su fragilidad, temiendo, como la Martha de Edward Albee a Virginia Woolf y al mismísimo lobo feroz, ya al final de la madrugada, cuando todo empieza o todo acaba, que nunca se sabe.
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