Leo que un parque de Chamartín llevará el nombre de Verónica Forqué. Una noticia que es motivo de alegría, sin duda. Forqué fue una actriz con mucho talento, una gran cómica (cómica, esa palabra). Y, exceptuando esas depresiones que ella misma contó y los últimos tiempos que la llevaron a ese terrible desenlace, siempre recordaremos a Verónica así, con alegría. De hecho, en estas últimas semanas desde su partida, he pensado a menudo en ella. Qué talento. Sabía como pocas pasar de ese momento divertido a ese otro que ya deja de serlo por los motivos que sean. Ese dominio que también tienen Shirley MacLaine o Carmen Maura. La risa y cuando la risa se queda congelada. La risa en medio del esperpento. Recordemos la famosa escena de '¿Qué he hecho yo para merecer esto?' con Jaime Chávarri y la Maura. O la risa para hacer más digerible el esperpento. Era una maestra en esto. Ahí está también el monólogo de 'Shirley Valentine', en teatro. Pese a los estragos de la vida, ella conseguía que sus personajes saliesen adelante. La poderosa alegría que también contagiaba cuando la veíamos hablar de sus cosas en las entrevistas. Casi hasta el final.
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